Reseña: El origen (158 de 365 + 1)

Yo sé lo que me van a decir: Nadie en su sano juicio se pondría a gastarle a tiempo a un libro de Dan Brown y menos a uno que no es tan famoso como el Código Da Vinci; y menos aún cuando uno antes ha hablado pestes de los libros de este escritor que hacen grandes éxitos taquilleros (aunque todos sabemos que esto es gracias al reparto y no a la calidad de la película) y un papel higiénico un poco rasposo. Pero me pudo más la curiosidad y un principio de que es mejor críticar con conocimiento de causa que porque sí, así que aquí voy:

Lo que me gustó

Creo que lo único que Dan Brown hace bien es mencionar lugares famosos (y otros no tanto), que están dotados de un altísimo valor histórico, artístico y/o arquitectónico, y bañarlos de descripciones hiperbólicas plagadas de chismes y fantocherías como las que se esperan de un culebrero de esos que ya no hay. El resultado es que uno termina genuinamente interesado en averiguar si esos lugares existen y es posible que termine queriendo ir a visitarlos solamente para comprobar si la sarta de sandeces que Brown se atreve a describir en sus libros tiene al menos algún dejo de fundamento en la realidad. Estoy seguro de que este tipo de libros fomenta el turismo artístico y ello debe ser apreciado y agradecido, así que, algún día iré a Barcelona con este autor en mente.

Lo que no me gustó

Lo que sentí cuando leí el Código Da Vinci se manifestó igual cuando leí éste. Dan Brown depende en altísima medida de que sus lectores sean especialmente ignorantes de las pinturas, sociedades, personas y lugares mencionados. Pero si el lector posee un conocimiento más o menos funcional de, por ejemplo, autores ingleses o movimientos extremistas como la iglesia palmariana, en breve descubrirá la respuesta a los enigmas más importantes del libro y apenas si va a levantar la ceja cuando, después de trescientas páginas, el atembado de Robert Langdon, con su supuesta memoria eidética, por fin se le ocurre pensar que William Blake además de poeta era ilustrador (aunque en el libro la cosa la muestran, por alguna razón, al revés, primero ilustrador y luego poeta, lo que en mi cabeza hace todo el asunto aún más estúpido, pero bueno) y que de pronto la clave del computador que tienen que desbloquear es de un verso de alguno de sus poemas. Ahora, que si uno nunca ha leido a Blake y nunca ha visto sus ilustraciones, de pronto se emociona al llegar a esta parte; yo, en cambio, llevaba 200 páginas diciendo “es Blake… ES BLAKE…. ES WILLIAM BLAKE PEDAZO DE……..”

Lo mismo sucede con la premisa del libro. Un hallazgo científico encontrado por Elon Musk, digo Edmond Kirsch, es supuestamente tan poderoso, que amenaza con destruir las bases de las religiones más importantes del mundo, por lo que alguien, al parecer el obispo mano derecha del rey de España, lo asesina antes de que revele su descubrimiento. Si algo se sabe de las religiones es que ningún hallazgo, de ninguna naturaleza podría destruirlas; las religiones se adaptan, se actualizan, se transforman, pero nunca desaparecen y solamente alguien muy ingenuo creería que un mensaje de Elon Kirsch, digo Edmond Musk, digo Edmond Kirsch podría causar mayor revuelo que unos cuantos tweets aireados.

Ahora, el otro gran problema de Brown es que sus revelaciones de villanos dejan de ser reveladoras cuando uno ya ha visto su estrategia en cine y en libro. Desde el minuto en que aparece Winston me imaginé que él tenía que ver con la muerte de Edmond ¿por qué? porque en el Código Da Vinci el malo era el artista bueno que había ayudado a Robert y porque en Ángeles y Demonios el malo era el cura que había ayudado a Robert. Ni siquiera el hecho de que Winston fuera una IA cambiaba el hecho de que era el malo porque, pues, había ayudado a Robert Langdon y el agua moja. Pero, de nuevo, si este es el primer libro que uno lee de Dan Brown, probablemente se va a sorprender en este momento y va a decir “oooooooh”. Pero lo que ningún lector va a dejar pasar es que el obispo Valdespino, el que uno cree que es el malo todo el libro, actúa de una manera supremamente errática con un acto que es a la larga irrelevante para el argumento de la historia. Es más, las 150 páginas en que aparece el dichoso obispo (y el rey de España, de hecho) podrían omitirse y el libro sería mucho más entretenido.

Pero lo peor es el mensaje de Musk, digo, Kirsch. Brown desgasta 80 páginas del libro describiendo un video que podría pertenecer a Cosmos, pero en versión barata. Y el mensaje que revela es bastante decepcionante: 1) la vida es la manera organizada en que el universo gasta energía y 2) algún día todos seremos inteligencias artificiales/robots….. Así como la gente dice que hay reuniones que podrían haber sido emails, de este libro se podría decir que hubiera sido mejor como una presentación de Power Point (y de esas viejitas, por favor, de las que sonaban rayos láser cuando aparecía cada letra).

En conclusión

Está bien para un lector novato que no sepa nada sobre arte o historia, así que supongo que no es tan nocivo realmente y leer es siempre un buen ejercicio. Es solamente que no es para mí.

Postdata: ¿Por qué será que todos los personajes femeninos de estos libros se tienen que enamorar de Robert Langdon? La idea es apenas creíble cuando le pasa a James Bond….

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