Sonata Op. 14. No. 2 II Andante (77 de 365)

Las piezas en do mayor son engañosas y esto por la mala fama que tienen: Resulta ser que en el piano, esta tonalidad corresponde a una escala que se puede tocar solamente usando las notas blancas y por eso mismo, es posiblemente la primera escala que se aprende a tocar (digo posiblemente porque la primera que aprendí yo fue sí bemol mayor, pero eso es tema para otro post). Tanto tiempo lleva entonces, tocando esta escala un pianista en la vida, que se crea la ilusión de que la música en esta tonalidad es de alguna manera fácil.

Dicha ilusión resulta exacerbada por la existencia de piezas en do mayor que por su gran popularidad resultan relacionadas con la noción de pianistas “principiantes”. Por ejemplo, la Sonata K545 de Mozart en do mayor, a veces apodada facile, es lo suficientemente famosa como para ser reconocida hasta por el gorrión que se para en la ventana, y aunque no es tan difícil como otras piezas de Mozart, realmente es justo decir que era facile únicamente para él y para su santísima hermana. Lo mismo probablemente sucede con la pieza K265 que contiene el tema de lo que hoy llamamos estrellita, canción infantil que sí es fácil de tocar, pero que luego es engalanada por doce variaciones técnicas que ningún pianista serio se atrevería a llamar fáciles.

(Acabo de caer en cuenta de que mencioné dos piezas de Mozart, por lo que creo que suena sensato sugerir que el mito de do mayor es prácticamente su culpa.)

Lo cierto es, sin embargo, que los acordes y progresiones relacionadas con do mayor están tan interiorizadas por el oído humano, que cualquier pieza en esta escala suena perturbadoramente transparente y el mismo gorrión del párrafo anterior está en capacidad de detectar hasta la más mínima equivocación. Beethoven lo sabía cuando compuso la sonata Waldstein y también cuando compuso el segundo movimiento que más adelante interpreto y que le da el título a este blog.

Esta sonata, la Op. 14 No. 2 fue la primera que toqué de Beethoven y recuerdo con especial cariño el primer movimiento que es uno de los favoritos de mi mamá y que interpreto cada vez que está por ahí para escucharme tocando. El segundo, sin embargo, un poderoso tema y variaciones, tan transparente como el vidrio, me tomó tanto trabajo montarlo cuando lo toqué por primera vez, que estoy seguro de que tengo uno que otro error por ahí fosilizado…. Y que disculpen.

Por ello decidí tocarlo especialmente lento y procurando destacar dos cosas. Por un lado, las notas correctas y, por el otro, el tema que da cohesión a las variaciones. También confieso que es una versión como me salió, de ahí el gato al principio, pues tampoco he tenido demasiado tiempo para practicar las últimas tres semanas; ni para escribir este blog, si acaso están llevando la cuenta, pero debo cumplir mi promesa, así me demore un poquito más.

Por otro lado un poco más técnico, debo decirles que, al menos en mi opinión, Beethoven fue y será para siempre el mejor compositor de temas y variaciones y que su magistral habilidad se manifiesta aún en esta pieza que no es de gran envergadura y tampoco muy conocida, pero que ya demuestra por qué el pobre Hummel fue derrotado una y otra vez en los concursos.

El video a continuación:

De El Círculo del Crepúsculo I: El Niño del Siglo (76 de 365)

Ralf Isaú es un escritor más bien desconocido, al menos en estos hemisferios, y su existencia en mi vida es culpa de Michael Ende. El Museo de los Recuerdos Robados fue la primera obra que leí de él, porque la portada decía que Michael Ende lo recomendaba. Me pareció magnífico.

Siendo un libro para jóvenes adultos, como llaman las distintas editoriales a los lectores precoces, logra combinar un emocionante relato de acción mágica con narraciones de mitología babilónica, en una brillante reflexión sobre la importancia de aprender historia y, como dice el dicho, evitar repetirla. La noción gana particular valor, teniendo en cuenta que los protagonistas están luchando porque la Alemania Nazi no se repita y no desde las visiones de los mandatarios, sino desde el punto de vista de la ideología de los ciudadanos. Si lo pueden conseguir, léanlo.

Con el Círculo de Crepúsculo la historia es un tanto distinta. Estaba en la feria del libro buscándo algo de Isaú porque quería ver qué más había escrito. En una librería parecida a la del Círculo de Lectores encontré el que adorna mi foto en este post, pero noté en la portada que decía que era una serie de 4 libros y los demás no estaban por ahí, así que arranqué para Panamericana de descuentos. Allí encontré otros dos libros de la serie, el tercero y el cuarto, pero nunca apareció el segundo.

Con la promesa de sólo comenzar a leerlo una vez consiguiera la colección completa, dejé pasar un montón de años pero como nunca encontré el libro a pesar de buscarlo sagradamente en cada feria del libro, en 2023 decidí que lo iba a leer y esperar a que alguien me envíe el link en PDF del segundo, porque qué más.

Ahora bien, el libro está escrito para que lo disfruten jóvenes que, en particular, conozcan detalles sueltos de la historia del siglo XX y no sepan cómo conectar los distintos hechos pequeños alrededor del mundo con los grandes acontecimientos que son cultura general. En ese sentido, el libro es igual de magnífico que el Museo.

En otros aspectos, no obstante, es un poco débil, debo admitirlo. Spoiler Alert, de aquí en adelante:

El padre del héroe de la historia, el niño del siglo, descubre la existencia de un grupo de conspiradores inmortales, llamados el círculo del crepúsculo, que cuentan con el poder suficiente para paso a paso y durante el trasncurso de un siglo, el XX, llevar a la humanidad a su destrucción. Al terminar el prólogo, pareciera que el padre del protagonista va a actuar de alguna manera que permita a los seres humanos evitar esta catástrofe, pero empieza el capítulo uno y ahora nos encontramos con un sujeto un tanto pusilánime que no sólo no hizo nada respecto al círculo, sino que además decide deliberadamente esconder información importante al respecto. Esta decisión es además supremamente irresponsable: El niño del siglo y su familia son víctimas de un intento de asesinato y son salvados por el niño del siglo que desde joven ha sido entrenado en el manejo de las espadas al estilo samurai. El padre sabe quién está detrás del ataque y no se lo cuenta ni a su familia, ni a su esposa ni a sus escoltas. Tampoco a su hijo y no hay razón lógica en el argumento que lo justifique. Luego asesinan a la familia del niño del siglo y cuando lee los diarios de su padre encuentra la información del círculo que encontramos en el prólogo pero nada más de valor. ¿Por qué decidió el padre no averiguar nada importante toda su vida? Misterio insondable y sospechosamente conveniente.

Pero aquí viene la parte más ilógica de todo el libro que, como dije antes, resulta siendo muy educativa, pero es una estrategia con un gran hueco argumental. El niño del siglo sabe quién es la persona detrás del asesinato de su familia en Japón, donde nació, sin embargo, decide esperar todo el libro (y los hechos históricos que por esta decisión experimenta de primera mano, como la primera guerra mundial, estudiar en Oxford y conocer a Tolkien entre otros), viajando por toda Europa y parte de Estados Unidos, antes de regresar a Japón y confrontar a su enemigo. Si hubiera hecho esto desde un principio, se habría reducido el libro en al menos 300 páginas o bien, se habría podido redactar de otra manera, tal vez encontrando a distintos miembros del círculo a lo largo de sus viajes, después de haber enfrentado al enemigo que ya conocía. Hay un viaje a Chicago, por ejemplo, que es tan absurdamente inútil que vale la pena saltarse las páginas o mirar Tik Toks mientras se van leyendo.

Otro detalle extraño, que supongo se debe a la traducción, es que al hablar de Mussolini y sus orígenes en Italia se habla de los inicios de “un partido fascista”. Supongo que los traductores, tratando de sonar más inteligentes que el autor, habrán utilizado el término fascista en su incompleta acepción actual, como sinónimo de extrema derecha y no como lo que representa históricamente: el partido nacionalista que adoptó el símbolo de las fasces o hachas romanas buscando unidad bajo el Duce. El texto debería haber dicho “el partido fascista”.

En resumen, si quieren aprender o revisar sus conocimientos acerca de la historia del siglo XX, estoy seguro de que disfrutarán el libro, pero recuerden que el argumento no va a avanzar, precisamente para justificar que el protagonista pase a través de esos hechos históricos. Y finalmente, si encuentran la parte dos, me la mandan por favor y que muchas gracias.

De los hombres que no amaban a las mujeres (75 de 365)

Primero lo primero:

Según la contraportada, el libro se llama Män som hatar kvinnor. Millennium 1, y aunque no sé hablar sueco, creo que puedo afirmar que el título está mal traducido. Hatar me suena demasiado parecido al hate inglés y en al menos dos ocasiones distintas en el libro, Lisbeth dice que los hombres odian a las mujeres. Hay una gran diferencia entre “odiar” y “no amar”. La primera indicaría directamente aquello de lo que el libro quiere tratar que es de asesinos abusadores de mujeres, mientras que la segunda suaviza la idea y suena a que el libro va a tratar sobre hombres que no están satisfechos con sus parejas actuales. Quien sea que haya tomado esa desición debería ser despedido.

Segundo, lo que me gustó:

Lisbeth es un personaje excelente. El autor recurre a estrategias más bien clichezudas para indicarnos que ella es un personaje distinto que no cuadra en la sociedad: que parece anoréxica, que tiene un montón de piercings, ¿que tiene Asperger? que es bisexual, que tiene el cabello corto, que tiene tatuajes; pero sin ánimos de estereotipar a nadie, me temo que estas y otras combinaciones de caracteres son más bien comunes hoy en día, y mucho más en la Europa en la que se ambienta la historia. Lo interesante de Lisbeth surge más allá de sus rasgos visibles y se manifiesta en todos los momentos en que a través de la combinación de sus habilidades físicas y mentales se encarga de mantener el argumento a flote y los personajes en movimiento. Como no quiero “espoiliar”, como dicen en la “interné”, solamente diré que, a veces, mientras que leo la historia he sentido que me gustaría ser como ella.

También me gustó que la historia avanza lentamente y que, al interior del género detectivesco, es el único libro que conozco en el que lo más importante es contar la historia de los detectives y establecerlos como personajes. Casi siempre es al revés, se establece un caso que debe resolverse y los detectives intervienen para, con sus deducciones, ensalzar aún más lo importante del caso. Por ello supongo que la resolución del misterio planteado por el libro se vuelve obvia como en la página 300, puesto que lo más interesante son las personalidades de Lisbeth y Mikael.

Tercero, lo que no me gustó

Mikael es, sin lugar a dudas, una versión playboy del autor. No hay ninguna mujer en las más de 600 páginas que no quiera llevárselo a la cama y no sé si eso pase realmente en la vida real, pero no logro imaginarme a un editor de una revista independiente como el chico sexy con el que todas quieren. Es puro wishful thinking.

Por otro lado, a menudo el autor recurre a saltar de personaje en personaje cuando cambia de párrafo lo que en los primeras 400 páginas del libro tiene sentido, porque Lisbeth y Mikael rara vez están juntos. Pero una vez los dos personajes se conocen y comienzan a investigar en conjunto, las estrategias argumentativas para separarlos son poco creíbles y el recurso de redacción se siente más que nada forzado.

En conclusión

Es un libro bastante entretenido y con gusto leeré los dos restantes en la serie.

Post-dato:

¿Sabían que el pobre Stieg murió antes de ver publicados sus libros?

De los colores de las sirenas (74 de 365)

Vi la película de la Sirenita de Disney por primera vez en la sala de cine del colegio IPARM y salí muy contento cantando “bajo del mar”, y tratando de recordar la letra de las partes más chistosas (“Y a mí me van a comeeeeeer”). Luego la repetí, probablemente en Galerías, y esta vez me encantó “Bésala” con el pájaro rarito cantando “IA IA IA IAAAAAAAAAA” e interrumpiendo la atmósfera romántica de la escena en los botes. En resumen, mi parte favorita de la película fue Sebastián y Ariel más bien me tenía sin cuidado.

Años más tarde, trabajando de profesor de colegio volví a verla y me di cuenta de que era una especie de manual sobre cómo no manejar una situación complicada cuando eres un padre lidiando con un adolescente. ¿A tu hijo le gustan las canciones de One Direction? Creo que sería una excelente idea destruir todos los CDs, posters y cuadernos de la banda que lleva años comprando. Por cierto, no vayas a olvidar los diarios de fanfiction que guarda debajo de la cama. ¿Resultado? Tu adolescente de turno va a preferir cambiar de especie y apellido antes que volver a hablarte. Al final, Tritón es culpable de todas las malas decisiones de Ariel y la existencia de este mal mensaje aún me hace pensar en la Sirenita como la peor película de Disney hasta el día de hoy. La música es excelente, los dibujos son espectaculares, pero el mensaje general del argumento, si no es tomado de manera crítica (La sirenita: cómo ser el peor papá del mundo) puede resultar siendo bastante nocivo.

De hecho, siento que Disney se dio cuenta de su error y por ello presentó una resolución distinta al mismo conflicto en Moana. En este caso, se puede ver que el papá de Moana iba a actuar como Tritón al pretender destruir todos los barcos, sólo que en este caso hubiera sido un acto significativamente más grave, porque además de la identidad de su hija, habría destruído la historia y el legado de su pueblo. Afortunadamente se detuvo, por razones más bien trágicas (la muerte de su propia madre) pero con el tiempo entendió que la intención de Moana no era seguir un capricho juvenil, sino devolverle a la familia y a su pueblo el lugar que se merecían en la historia como grandes exploradores del mundo. Del mismo modo, Moana comprendió que su padre estaba intentando protegerla a ella y a su pueblo de consecuencias traumáticas que él mismo había sufrido en su juventud y que lo que ella pretendía hacer no era sólo cuestión de montarse en un barco, sino de entrenamiento, aprendizaje y acumulación de saberes. Al final, todo es mucho más lógico y saludable.

Lo que me devuelve a la sirenita. La película es, como dije, nociva, y un remake es estricta y absolutamente necesario. Por un lado, porque Moana es su propia historia y por el otro, porque Luca (la sirenita, pero con niños) es una película bastante floja. Por eso, me alegra que exista una nueva sirenita y espero que construyan una nueva gran historia con mensajes más acertados sobre cómo ser padre y cómo encontrarse a uno mismo cuando se es un joven adulto confundido y en crecimiento.

Dicho esto, y para terminar este post, resolveré de una vez por todas la controversia del color de las sirenas. El argumento de estas películas está basado en un cuento de Hans Christian Anderson. Allí, la piel de la sirenita (al menos en la versión en inglés) es descrita de la siguiente manera:

“her skin was as clear and delicate as a rose-leaf”

Lo que traduce algo así como “su piel era tan clara y delicada como la hoja de una rosa”.

Las hojas de las rosas son verdes. Por lo tanto, las sirenas en el mundo de Hans Christian Anderson tienen la piel verde.

De RRR (73 de 365)

Yo sé que los óscares ya pasaron y todos celebramos que ganara Everything, Everywhere all at Once porque, claramente, era la mejor película de las que estaba ahí. Pero teniendo en cuenta que hay más categorías y hasta ahora es que he tenido tiempo de intentar ponerme al día con los distintos proyectos que me propuse este año, les presento mi reseña de la película RRR.

Supe de la existencia de la película porque estaba viendo la ceremonia de premiación de los Golden Globes. Cuando presentaron las nominados a mejor canción y Naatu Naatu ganó me picó la curiosidad, como dicen, de buscar el video de la canción en YouTube. Mi primera impresión, tras ver la canción, fue imaginarme que la película trataba de dos muchachos indios que estaban intentando ser aceptados por el mundo de la alta clase británica en la India. Algo así como que los dos amigos se ganaban la lotería y ahora luchaban por ganarse su lugar en la sociedad; hasta una historia de amor que cuadraba con esa idea de la película se puede observar a lo largo de la canción, vertiginosa como toda la música del cine de boollywood. Por todo lo anterior, creí que la producción era de hecho una comedia y no me dieron ganas de mirarla, a pesar de que la encontré en Netflix. Juzguen ustedes mi proceso mental con el video de la canción:

No obstante, ayer, aprovechando el tiempo de un insomnio, me di la oportunidad de pasar tres horas frente a la pantalla, a ver si me dormía. Ahora bien, nunca veo trailers de ninguna película, puesto que suelen mostrar las mejores escenas y, básicamente, tirarse la emoción por completo. Así que, además de mi impresión del video de la canción, no tenía la más mínima idea de con qué me iba a encontrar y, por supuesto, no leí el resumen del argumento que aparecía en Netflix cuando le puse play.

En general, si uno nunca ha visto una película de este estilo, es muy probable que desde el principio se sienta extrañado por lo exagerado y, hasta cierto punto, sobreactuado que todo resulta, pero esto no era tan raro para mí, puesto que mi hermana había tenido una época Bollywoodense y ya estaba acostumbrado a ver cosas por el estilo. Lo que me resultó extrañísimo, basado en los párrafos anteriores, es que no había nada ni medianamente comédico acerca de esa película. Es un drama, un drama épico, debo decir, pero centralmente un drama y tan poco parecido a la canción me pareció que paré la película y miré en Wikipedia a ver si sí era la misma; sí era. Así que continué viéndola y mientras más la veía, comencé a sospechar que había algo de drama histórico en todo el asunto.

De hecho, recordé que siempre he pensado que cuando se hacen producciones sobre la historia de colombia y sus héroes se hace un énfasis demasiado exagerado en representar las cosas como eran y si bien a veces queremos sentirnos que vivimos en un documental de la BBC, también sería divertido ver a Bolívar con una espada mágica o al sabio Caldas usando su conocimiento para crear máquinas de vapor para combatir a los españoles (declárome dueño de esta idea, si veo a alguien después usándola lo demando basándome en este post). Creo que algo así intentaron hacer con las Villamizar, pero la fanática mediocridad de los escritores de telenovela colombianos convirtió una sólida idea del Assassin’s Creed colombiano, en un Corín Tellado con cuchillos, bañado de pésimos diálogos y una detestable edición de sonido. Eso sin contar que los personajes memorables eran, por supuesto, los actores masculinos… En fin.

RRR, por otro lado, logra construir una muy entretenida historia sobre dos héroes indios, llena de giros argumentales, revelaciones inesperadas, canciones memorables y geniales momentos de acción recargada y mega exagerada. De verdad que vale la pena verla, en dos tandas si no aguantan sentados las tres horas y para mí lo mejor fue notar que Naatu Naatu (spoiler alert) no es el tema central de una comedia, sino más bien una reinterpretación de la escena de la Marsellesa en Casablanca. Del mismo modo, los personajes de la historia, aunque basados en personajes reales, son construídos en una especie de “que tal si” que para un extranjero como yo resulta inteligente y entretenido, pero seguramente para las personas de la india es eso y un poco más, por el conocimiento y experienica que tienen de su propia historia.

Véanla, no se van a arrepentir.

De Right Where you Left Me (72 de 365)

El punto con la música pop (que en forma al menos va desde Frank Sinatra hasta Maluma) es encontrar los detalles que hacen que una canción destaque sobre otra, ya que actualmente es bien sabido que la mayor parte de las canciones famosas, independientemente del género al que pertenezcan, si salieron en los últimos cien años, es muy posible que estén construídas sobre la estructura de los “cuatro acordes” I – V – vi – IV. Ahora bien, sin haberle dado mucha vuelta al asunto, me temo que el origen de esta tendencia en canciones se remonta a un intento de imitar los primeros compases del canon de Pachelbel, donde las primeras tres notas del bajo de passacaglia son, precisamente las correspondientes al primero, quinto y sexto grado de la escala de re mayor. La pieza es tan popular que no me sorprendería que algún productor del siglo XX temprano hubiese encontrado allí el toque dorado de las progresiones de la armonía moderna.

Por lo anteior, el resultado mental al conocer esta estrategia es que, al menos en términos puramente técnicos, se siente que si se ha escuchado una canción, finalmente ya se han escuchado todas. Supongo que por eso el enfoque de la música moderna es la letra y los distintos mensajes que se pueden construir sobre la misma estructura, pero es mi impresión que en muy pocas ocasiones la letra expresa lo que está sucediendo exactamente con los acordes o, dicho de manera más parca, en general los cuatro acordes se repiten en su mismo ciclo sin que la letra se relacione en lo más mínimo con ellos. De ahí que hoy destaque Right Where you Left me (RWYLM de aquí en adelante) de Taylor Swift.

Efectivamente, y como podrían imaginarse, la canción está construída sobre los cuatro acordes, pero no en el orden canónico, sino con una pequeña variación que es lo que la hace ya en principio interesante: V – vi – IV – I. Para explicar el efecto de esto diré que, en general, al escuchar el quinto grado de una escala, el oído espera una resolución o relajación. Esto porque el quinto grado o dominante genera una tensión auditiva que clama a gritos por la llegada de uno de dos acordes: el primero o el sexto. La llegada al primero o tónica, supone una relajación absoluta, casi siempre para el final de la canción, mientras que la llegada al sexto genera una especie de falsa tranquilidad que invita a la canción a continuar y desarrollarse un poco más, a ver si por fin llegamos a la tónica.

Dicho esto, dado que RWYLM inicia en la dominante, la canción de inmediato comienza en un lugar de tensión, en un territorio desconocido, casi como si la radio hubiera estado sonando desde antes y uno hubiera, abruptamente, por supuesto, interrumpido la escena en curso. Dicha tensión se mantiene durante los primeros versos y se resuelve, apenas parcialmente, tras doce segundos de canción, cuando la mención del título de la canción (right where you left me) nos lleva a la tónica durante un muy breve instante; tan breve que casi de inmediato nos lleva a la dominante: de nuevo a la tensión ad infinitum.

Ahora bien, esto no me parecería demasiado especial, si no fuera porque la canción es, precisamente, sobre una persona atrapada en una eterna tensión descrita como un lugar metafórico, más precisamente un restaurante, en donde el narrador se quedó por el resto de su vida mientras que la vida siguió su curso. Y es a este restaurante al que entramos cuando el acorde tensionante de fa mayor nos diceal inicio friends break up / friends get married / y el lugar que estamos condenados a observar cuando finalmente el acorde de si bemol major dice but I’m right where you left me.

Estas series de acordes son repetitivas y su uso en canciones hace de la mayor parte de las canciones pop un acto repetitivo, pero en esta canción la repetición tiene una razón de ser, la idea es sentirse atrapado en una serie de acordes que no sólo nunca va a terminar, sino que además jamás van a llegar a su resolución natural y eso hace de esta canción un pequeño tesoro que vale la pena escuchar.

De impuestos hipócritas II (71 de 365)

Y hablando de impuestos hipócritas, hablemos de nuevo de las bolsas de plástico. Repitiendo lo importante, que es que si a los gobiernos les interesara que se disminuyera el consumo o uso de algo, no intentaría sacarle provecho económico o bien usaría los ingresos derivados de ese impuesto en tareas relacionadas, en este caso, apoyar campañas de energías limpias o similares. Lo que todos sabemos que no pasa.

Lo que sí resulta pasando aquí, es algo muy distinto. El que compra la bolsa, le paga al almacén por cargar un producto demoníaco que le hace propaganda, o sea, la genta paga por hacerle propaganda al almacén donde compró. Segundo, durante años los almacenes dieron dichas bolsas gratis, lo que lógicamente implica que podrían dar otras bolsas de otro material, también gratis al consumidor; la realidad es, no obstante, que también cobran las bolsas de papel que, por supuesto, tienen un logo inmenso del lugar donde se compró la comida. ¿Y esas bolsas biodegradables y supuestamente amables con el ambiente le dan algún dinero al gobierno? Por supuesto que no, eso se lo queda la compañía a la que ahora pagamos por hacerle publicidad.

¿Y el consumidor final? Una de dos, o se siente culpable por ser quien destroza el mundo (y eso que en Colombia la gente tiene siempre en un cajón una bolsa de bolsas con fines innumerables) o se siente liberado de la responsabilidad, porque ya pagó lo que valía la bolsita.

En fin, el hipopótamo.

De impuestos hipócritas I (70 de 365)

Es muy molesto que lo crean a uno tan bobo.

El año pasado salía una propaganda en la radio donde le pedían al gobierno que colocara un impuesto a las bebidas azucaradas con el supuesto objetivo de evitar que la gente las consuma y con ello se redujeran los niveles de obesidad en Colombia. La voz del personaje, a quien juzgo sin conocerlo, confieso, sonaba a uno de esos gomelos, que tras años de vivir en Estados Unidos, quiere venir a Colombia a dárselas de mesías, copiando leyes que tal vez funcionaron por fuera. De hecho, y hablando de eso, recuerdo que la primera vez que fui a Estados Unidos me sorprendió notar que el tamaño pequeño de gaseosa en Mc Donald’s era el que aquí llamábamos agrandado y lo menciono, porque solamente una persona que ha vivido toda su privilegiada existencia en Estados Unidos creería necesario ponerle impuestos a las gaseosas, cuya proporción en tiendas, como la ya mencionada, era al menos tres veces más pequeña en Colombia que en comparación con el consumo promedio en el país del norte. Es más, piensen en lo pequeño que es el vaso de gaseosa en Kentucky que a uno mismo le toca llenar y que resulta casi siempre lleno sólo de espuma.

La propaganda de radio, no obstante, con ese gomelísimo tono de superioridad moral, expresaba sus ideas como si el mundo se estuviera acabando por no poner el dichoso impuesto y al final, tristemente, la presión dio su fruto, y ahora existe el “impuesto saludable”. Y me parece, ciertamente, que no hay derecho a ser tan ingenuo. Si un gobierno accede a ponerle impuestos a algo, su intención es recibir dinero del consumo o uso de aquel producto al que se puso un impuesto y eso es todo lo que hay que decir al respecto. ¿No me creen? Vean la página de la OPS y la OMS donde se cita con gran orgullo que uno de los beneficios de dichos impuestos es que “Generan ingresos fiscales inmediatos adicionales”.

Si a un gobierno le interesara que el consumo de un producto dañino para el público se redujera a través de un impuesto, se aseguraría de que el dinero derivado de ese impuesto se utilizara exclusivamente para subsidiar el consumo de productos alternativos no dañinos. Pero todos sabemos que eso no pasa. Al final, por su precio elevado, el resultado es que las dichosas bebidas prohibidas se convierten más en una marca de prestigio para el que sí puede consumirlas, o sea, para el gomelo recalcitrante de la propaganda previamente mencionado.