Expropiado y expropiador

Hace unos días me encontré con una supuesta carta de Manuel Elkin Patarroyo apoyando al (pre) candidato presidencial Gustavo Petro. La carta es evidentemente falsa, como el mismo científico aclararía y como cualquier persona medianamente sensata habría notado al leer semejante adefecio lingüístico:

http://www.semana.com/confidenciales-semanacom/articulo/patarroyo-desmiente-que-apoya-a-petro/558794

No obstante, algo de lo allí escrito me llamó la atención, pues en un tono pseudo intelectual, se afirma que existe una larga historia de expropiaciones y entre ellas se cuenta la conquista española, expresada así “Los españoles nos expropiaron nuestras tierras desde hace mas de 500 años y con ello el derecho a nuestra lengua y a nuestra religión”. Me sorprendió notar que todavía pareciera creerse que los españoles son personas distintas a nosotros o que de alguna manera extraña, no pertenecen a la historia genética de nuestras familias y todavía pretendemos tratarlos como “los otros” “los invasores””los que dañaron nuestro país”.

Estoy seguro de que un porcentaje de mi herencia genética es de tipo indígena y que históricamente debo tener ancestros que sufrieron de dicha “expropiación”, sin embargo, también estoy seguro de que otra parte de mi herencia genética y probablemente la más abundante, es de tipo español/europeo. Por más horrible que suene la idea, es altamente probable que muchos de mis ancestros conquistadores fueran violadores, asesinos, destructores de las lenguas indígenas, defensores de la religión de la corona Isabelina, comerciantes de esclavos y propagadores de virus (el verdadero enemigo de los indígenas en aquel entonces). Y puesto de esta manera, no está bien que sigamos jugando a creernos de mejor familia y escoger de nuestro pasado solamente aquello de lo que podemos sentirnos orgullosos, mientras que deliberadamente ignoramos lo que debiera avergonzarnos profundamente.

No fueron “ellos” los que se encargaron de que ignoremos la epistemología y ontología indigenas. Fuimos nosotros, a través de nuestros tátara-tátara-abuelos, los que rechazamos culturas autóctonas y las reemplazamos por la de un idioma que no está diseñado para referirse a los fenómenos naturales de estas tierras y pretende hacernos creer que las lluvias son invierno y los soles de medio día verano.

Sentir una conciencia histórica limpia, como si nosotros fueramos los perseguidos y no los perseguidores, es un grave error social y emocional (sin mencionar que también intelectual) que ha sido perpetuado por sistemas educativos y diversos medios de proliferación de información. Se nos ha enseñado a vivir como víctimas y a olvidar que a la larga somos extranjeros invasores de nuestra propia tierra. Pero algún día tendremos que darnos cuenta del error y enseñar a las siguientes generaciones a no sentirse  invadidas; enseñarles a no sentirse ofendidas y a dejar de culpar a terceros por lo que a la larga ha sido nuestra propia acción. Sin esta comprensión, siento que es imposible construir una verdadera identidad colombiana y seguiremos viviendo bajo la falsa bandera de la cultura latinoamericana, que es más que nada un mexicano bilingüe de apellidos Cuarón, Del Toro e Iñarritú, con poco o nada de Arahuaco, Kogi, Wayuu, Embera, Guambiano, Pasto, Muisca, Huitoto, Ticuna, Nukak Maku, Kamsá, Sikuani o sin ir muy lejos, Bogotano.

Nuestra historia genética es conflictiva, pues guarda en cada cadena helicoidal los actos de los “malos” y de los “buenos”. Somos víctimas y victimarios, asesinos y asesinados, expropiados y expropiadores y creo que nuestro futuro depende de superar la aparente contradicción. Pues los fenómenos de polarización política no son nuevos, ni de hoy, ni  de facebook, ni twitter. Son el resultado de un pueblo que sigue negando su responsabilidad histórica, que se convierte en orgulloso juez del pasado y no en su acusado (como humildemente debiera ser) y mientras tanto sigue creyendo que los de allá no son los de acá, que ellos no son yo, que nunca fuimos españoles, ni negros ni indígenas y que al final no somos nada.