Los Ciclistas
Los ciclistas de la ciudad son personas que en muchos casos se aprovechan de la prioridad que tienen en las vías y andenes para ser groseros, egoístas y, francamente, tan malos como el azúcar. Su increíble capacidad para sentirse dueños y señores de todos los caminos les da el derecho, al parecer, de andar furiosos con peatones y conductores por igual, pues he visto y sufrido sus improperios tanto caminando para coger el Transmilenio, como manejando el carro. Son sencillamente intransigentes y lo más extraño, pésimos en su arte, pues de tanto que andan ofendiendo, chiflando y gritando a todo el que se acerca a cinco metros de su camino uno se pregunta si acaso es que nadie se tomó el tiempo de enseñarles que las bicicletas también tienen frenos.
Hacerse pasar por gringo, pero en lo malo (como si hubiera algo bueno)
Ciertas cosas se vuelven virulientas en internet y los influencers de turno hacen todo lo posible por unirse a la fiesta de los likes internacionales y esparcir ideas, que son en principio gringas, pero que quieren embutirle en los ojos como sea a los colombianos. Recientemente me llamó la atención la idea del Fast Fashion, fenómeno que me parece supremamente extranjero y alejado de nuestra realidad. Estoy seguro de que la mayoría de colombianos, si acaso logra comprar una prenda de marca, la usa tanto, que se vuelve irreconocible y al final nadie sabe si eso sólo una tela coloreada con aerosoles y comprada en el Facol; y luego si puede, se la hereda al más cercano, porque la platica no se puede perder. Eso, o termina siendo trapo para limpiar el piso y/o secar la loza. Ahora bien los pocos colombianos que tiene el suficiente dinero para vivir del Fast Fashion son el tipo de persona que se educó en el extranjero y probablemente vive allá, de esos que le dijeron “sí señor” a Jorge González cuando los invitó a quedarse con la riquísima cultura de Italia y de Alemania, y que ahora. tras sentirse culpables de su privilegio, deciden convertirse en influencers de pacotilla de la más alta (clase) moral.
Los paquetes de comida que me juzgan
Honestamente, ya tengo bastante con mis propias técnicas de autosaboteo, como para que además ahora venga la comida a juzgarme diciéndome cuántas porciones trae, que tiene muchísimos ciclistas (digo, azúcar) o está bañada en el exceso de sodio. Ya de por sí mucha gente se siente culpable por atreverse a comer por sus propios medios, ahora además un sello negro fatídico le exacerba el trauma con amenazas de muerte. Además ¿de dónde sacan que eso funciona? ¿Cuándo fue la última vez que vieron a un fumador dejar de comprar cigarrillos, sólo porque la cajetilla dice que se va a morir de cáncer, o al consumidor de alcohol dejando la botella al lado únicamente porque se supone que está consumiendo algo que es perjudicial para la salud? Me temo que, además, al final aumentarán las ventas de estos productos, porque no faltarán los atrevidos que querrán vivir sus vidas al extremo, alimentándose a punta de papitas con coca cola, solamente para rebelarse contra el sistema.
Esas son las cosas que no entiendo por ahora.