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Tengo mucho sueño. Voy a ir a buscar unas galletitas apenas se acabe esta película. Por cierto, ya ni hacen películas como Arma Letal o Tango y Cash t es extraño que películas tan buenas tengan ratings tan bajos en Rotten Tomatoes. Como que no saben cómo funciona el buen cine.

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Supongamos que se saca una bolsa blanca con carne de la nevera y se deja la carne en el lavaplatos para que se descongele. Uno intenta ser precavido y lleva a cabo esta simple tarea al menos tres horas antes de realmente ponerse a cocinar.

Supongamos que se descongela la carne, pero se carece de olla a presión y se descubre, con terror y profundo recogimiento “con que le aguardasteis vos”, que era sobrebarriga. El almuerzo se va a tardar dos horas más de lo pactado.

Supongamos que el chicle sabor carne no se ha inventado y sabe a sobrebarriga. Curiosamente es un gran almuerzo.

Fin de las suposiciones.

Sobre los estereogramas (83 de 365 + 1)

Creo que ya hablé una vez de esto, pero no me molesta repetirme.

Por allá en los noventa y todos, llegaron unos afiches en el periódico El Tiempo que prometían a quien siguiera las instrucciones el descubrimiento de imágenes en tres dimensiones. Y no eran las de gafas rojas y azules, que también fueron populares en algún momento, sino unos patrones dibujados, como de papel tapiz, que al ser observados con los ojos “desenfocados” revelaban una imagen que parecía flotar en el aire.

La idea de poder verlos emocionaba mucho a mi padre quien cada domingo, juiciosamente nos sometía, a mí y a mis hermanos, a cansadísimas sesiones de observación que, al menos en mi caso, fueron infructuosas y decepcionantes. Creo que ninguno logró nunca ver nada, pero no recuerdo haber visto a ninguno de mis hermanos como yo, obsesionados con el asunto y desenfocando los ojos hasta quedar tuertos y sin lograr mayor cosa.

Pasaron mucho años, al menos diez, antes de que en la casa de un profesor de violín me encontrara de nuevo con uno de esos afiches y al intentarlo aquella vez, por casualidades del destino, lograra, como por accidente, ver a la estatua de la libertad volando en el cielo de ese cuarto oscuro formada por los colores de ese vetusto papel tapiz. ¡Lo había logrado!

Esa misma noche me pegué a Google a buscar las dichosas imagencitas y me encontré con el nombre, estereogramas, y cientos de pruebas para mis ojos que por fin podían disfrutar lo que me fue negado en mi infancia. Desde entonces, cada vez que puedo, lo busco en la red social que esté de moda y me permito disfrutar de ese truco visual que nunca ha dejado de sorprenderme. Y hasta en Tik Tok hay cuentas dedicadas a estas imágenes.

Les comparto entonces uno de mis favoritos abajo a ver si lo ven, que si quieren instrucciones de cómo verlo, les toca ir a otra página, pero ahí está, aunque no me crean una ardilla sosteniendo una nuez.

Reseña: Un hombre en la oscuridad (82 de 365 + 1)

Lo que me gustó

Paul Auster es uno de mis autores favoritos y compré este título en una feria del libro porque era de él y estaba barato. Curiosamente, a pesar de ser un autor americano, la mayoría de sus libros los he leído en español; y no por no haberlo buscado en su inglés original, sino porque supongo que al no ser un autor tan popular, no es rentable para las librerías importarlo si no es como traducciones.

El caso es que tenía esperanzas de leerme un buen libro y la reseña las elevó bastante porque, cito:

y mientras que el libro se mantiene cercano a la premisa es sencillamente excelente. Owen Brick es la perfecta representación del soldado común, a quien obligan a actuar de manera violenta, justificando sus acciones en ideales incomprensibles y que probablemente ni siquiera comparte. Es más, en este caso le intentan meter en la cabeza que solamente él puede terminar la guerra, a pesar de que cualquiera otro, con más entrenamiento (que sería lo más lógico), podría hacer lo que le solicitan. Por ello, su natural aversión a meterse en semejante conflicto es una muestra de sensatez que existe solo en un mundo de fantasía, pues ello mismo no está permitido a los soldados reales, a pesar de que en nuestro mundo seguramente están tan confundidos como Owen.

Por otro lado, la historia de August Brill es dulce, verdadera y conmovedora. La relación que establece Brill con su pasado y con su presente, representados los primeros en sus memorias y los segundos en la relación con su nieta, resuenan (como dicen los influencers) con cualquier lector y en particular deben tocar a aquellos que han vivido los años de guerra de Estados Unidos con Irak. El evento climático de esta historia está tan bien escrito que es imposible no sentir el corazón desgarrado con cada palabra que lo conforma.

Lo que no me gustó

La historia de Owen Brick promete muchísimo pero el autor decide cortarla de raíz casi en la mitad del libro y lo que podría haber sido un espectacular truco de metaficción resulta derivando en lo que yo considero un acto de cobardía por parte del autor. Y no es que no se haya hecho antes, puesto que existe un ejercicio similar de escritura en el cuento Continuidad de los parques, de Cortázar y no me hubiera molestado que este libro terminara igual, así se sintiera como una copia. Habría valido la pena la energía que el lector invierte en la historia de Owen.

En conclusión

No es el mejor libro de Auster y en temas de guerra sin sentido creo que se queda corto si lo comparamos con otros títulos del autor (Tombuctú o El país de las últimas cosas, por ejemplo). La historia de Brill, no obstante, por sí sola y sin la intervención de la historia de Owen es un cuento magnífico sobre estar con vida y decidir acertadamente lo que se puede hacer con esto sin arrepentirse en el intento.

Por otro lado, los párrafos de las páginas 201 a 203 (en mi edición) vivirán en mi memoria para siempre y solo por ellos vale la pena todo el libro.