El zepelín (168 de 365 + 1)

“S” llora apenas la levanto del suelo, aunque es posible que lleve llorando ya un buen rato. Noto que “V” levanta la mirada y sus ojos se oscurecen con el reflejo del zepelín.

Comienzo a correr y no estoy seguro si los demás me siguen. La huída me lleva a través de muchas escaleras, en su mayoría descendentes, y en los escaparates me encuentro con las pantallas de los noticieros replicando mi tragedia: Un inmenso aparato volador, sacado de una pesadilla steampunk canadiense, sobrevuela los territorios bogotanos y dispara bombas aire-tierra para vengarse de Colombia por apoyar a Palestina.

Cuatro cuadras después, el aullido de la explosión amenaza con alcanzarme, pero creo estar a salvo, porque el maullido de mi gato, solicitando comida, me levanta de mi letargo. Por hoy, la batalla ha terminado.

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